Ya no queda nada más que la confusión,
todo está tan desordenado
en mi mente
que a menudo me arrepiento
de haber nacido.
Ya no queda nada más que las palabras
que, muertas por amor,
en la pluma
za no escriben poeía
ni mueren, ni sienten la vida.
No queda más entonces que sentarme
esperando ese rayo entre las nubes
que me lleve hasta tu lado,
que borre la confusión
para que no me sienta un ímbecil
por estar equivocado.
Arriesgué todos mis bienes,
mis ojos, mis caricias,
mi alma, para verme cada noche,
recostado en la cama,
y mi espalda...
con tu espalda.
domingo, 27 de diciembre de 2009
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